La verdadera felicidad no se encuentra en lo externo, sino en el autoconocimiento y el trabajo interior. Solo quien se conoce y se acepta puede amar de verdad y construir relaciones sanas. La familia y los cónyuges florecen cuando se prioriza al otro y se respeta su libertad. La felicidad profunda nace de una identidad bien integrada y una mirada compasiva hacia uno mismo y los demás. Dedicar tiempo al corazón propio es el primer paso hacia una vida plena y auténtica.